Y en ese estúpido momento en el que vas a empezar algo y ya ves el final que va a tener, se te hace un nudo en la garganta y quieres gritar pero apenas alcanzas a escupir una sonrisa de rabia. Y a pesar de todo, te aventuras y das un paso y consigues respirar pero tan fuerte que rompes el aire y te empeñas en creer que todo será igual que antes. Y es que encontramos placer en engañarnos y en querer lo imposible.

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